En el 2024 escribí en esta columna un artículo titulado “Sí a la Educación Sexual Integral (ESI)” para establecer mi punto de vista respecto al Proyecto de Ley del Congreso N°9174/2024-CR, el cual propone declarar de interés nacional la eliminación de la ESI en los colegios y reemplazarla por una que la congresista María Jáuregui define como “científica, biológica y ética”. Esta iniciativa parecía reflejar su perspectiva y la de algunos colectivos de padres por el concepto controversial de “identidad de género”, que se encuentra según los detractores de la ESI, en el Currículo Nacional de la Educación Básica, así como por contenidos sexuales inadecuados publicados por el Minedu hace varios años.

Reitero que la educación sobre la sexualidad humana es esencial para la formación de los estudiantes; y que de ninguna manera debe obviarse el concepto de integralidad de la educación sexual para el desarrollo de una sexualidad plena, saludable y responsable. Es más, en el citado artículo insisto que la Educación Sexual Integral debe desarrollarse en coordinación entre el colegio y el hogar.

Por eso, es satisfactorio que el Consejo Nacional de Educación (CNE) se haya pronunciado, en un informe técnico dirigido al Congreso, en desacuerdo con este Proyecto de Ley que pretende desnaturalizar la integralidad de la ESI en contra de lo que propone el Proyecto Educativo Nacional (PEN) al 2036, que la conceptualiza como un “proceso intencional, gradual y sistemático de enseñanza y aprendizaje sobre los aspectos cognitivos, emocionales, biológicos y sociales de la sexualidad humana...”. Es decir, que debe integrar articuladamente las siguientes dimensiones: i) La biológico-reproductiva, ii) la socio- emocional y iii) la ético-moral.