La grave sensación de inseguridad e indefensión que vive hoy nuestro país ante el abrumador desembalse de criminalidad y delincuencia, así como la evidente incapacidad del gobierno de planificar estrategias eficientes, coherentes y articuladas a través del uso de tácticas de “inteligencia” propias de la policía nacional, está pasando una factura lúgubre a nuestro país: Solo en el 2024, el número de defunciones por homicidios aumentó 35% con relación al año anterior, pasando de 1,500 a 2,026 muertes violentas. Pero como si ello no fuera suficiente, debemos añadir a estas lamentables muertes, la enorme cantidad de ciudadanos extorsionados a través de la exigencia de pago de “cupos” por parte de la nueva “hampa urbana” que está terminando por desmantelar miles de pequeños negocios, principalmente en barrios marginales, tanto en la capital como en las regiones.
En términos generales, una estrategia la conforma un plan de acción que se implementa hacia el futuro para lograr objetivos finales, mientras que las tácticas son los pasos y las acciones individuales que se llevan adelante para llegar a la meta trazada. Mientras la estrategia se nutre del pensamiento, la táctica requiere del arte de la observación; sin embargo, si no hay un objetivo claro, intentar crear una estrategia es como intentar correr una maratón a ciegas, ¡sin conocer la ruta!
En el mundo político, la estrategia consiste en “atacar” al adversario, pero no con la violencia con la que los delincuentes atacan a los ciudadanos, sino con la exposición de sus puntos débiles y/o capitalizando los errores y pasos en falso de los contrarios. Como decía el jugador de ajedrez ruso, Savielly Tartakowe, “…el jugador táctico sabe qué hacer cuando hay algo que hacer y el estratégico sabe que hacer, cuando no hay nada que hacer”. En un país con apenas 130 mil policías, es realmente poco lo que se viene haciendo para prevenir la delincuencia, la falta de liderazgo es clamorosa. Mientras todo esto sucede, la ciudadanía pierde la confianza en la capacidad del gobierno y resulta indispensable declarar de una vez por todas el estado de emergencia en la Policía Nacional a fin de fortalecerla y reequiparla, así como de incorporar más de 50 mil nuevos efectivos al servicio y desplegar acciones tácticas que permitan la prevención antes que el lamento.