En diciembre del año pasado se cumplieron 23 años de la tragedia de Mesa Redonda en que murieron al menos 300 personas en el Centro de Lima, a pocas cuadras de Palacio de Gobierno y el Congreso, producto del mal uso de un pirotécnico cuya venta en teoría estaba prohibida. Esas muertes y los cientos de heridos, sumados a las pérdidas materiales, fueron la brutal consecuencia de la informalidad y la falta de control de parte de las autoridades que por años se han hecho de la vista gorda frente a lo que allí sucede.

La lógica diría que tras esos dramáticos hechos, todos aprenderíamos la lección y que nunca más zonas como Mesa Redonda, la avenida Argentina, Gamarra (La Victoria) o cualquier otra, serían el reino de la informalidad y el desgobierno. Sin embargo, el siniestro aún no controlado de Barrios Altos plagado de almacenes que nadie controla pese a que todos saben que existen, demuestra que de poco o nada sirvió el dolor de ver morir a tantos compatriotas ese sábado de diciembre de 2001.

Ayer El Comercio ha publicado un informe que da cuenta de al menos 10 zonas del Centro de Lima que están plagadas de almacenes informales de productos inflamables, una situación que sin duda se agrava en épocas de fin de año, cuando el sector se convierte en un gran centro de expendio de pirotécnicos en las narices de la autoridad. Ni qué decir de Gamarra, en La Victoria, donde se trabaja en hacinadas galerías de varios pisos donde funcionan máquinas industriales.

Aparte del peligro de un siniestro, recordemos que nos encontramos en una zona de elevada actividad sísmica y que los expertos hace varios años vienen advirtiendo de que en cualquier momento Lima sería sacudida por un terremoto de gran intensidad como el que no se ha producido en varios siglos. Es evidente que en medio de tanta informalidad, nadie entra por allí a supervisar si hay rutas de evacuación, planes de emergencia o zonas de seguridad debidamente establecidas.

Desde los sucesos de Mesa Redonda han pasado por la Municipalidad de Lima seis burgomaestres de diversos partidos y tendencias. Mucho han hablado, pero ninguno ha logrado imponer el principio de autoridad en ese sector de la capital que como hace 23 años, es una bomba de tiempo. ¿Qué están esperando? ¿Qué haya 300 muertos más? ¿No hay voluntad de hacer las cosas o se trata de cálculo político para no perder votos en una eventual postulación electoral a futuro?