Gran parte de los 168 Estados con registros de la pandemia del coronavirus -en el mundo son 193-, han decidido cuarentenas a nivel nacional con lo cual sus habitantes permanecen en casa. Una mirada esperanzadora para superar esta enfermedad global que a la fecha ha cobrado más de 215,000 personas infectadas y más de 8000 muertos, es que hoy, el aislamiento social obligatorio -así se ha denominado en Perú a la cuarentena- coincide con la celebración del Día Internacional de la Felicidad que fuera instituido por la ONU (2012), cada 20 de marzo.

En efecto, en el marco del mayor foro político planetario, donde las discusiones regulares giran en torno del poder mundial, la diplomacia, los marcos de influencia geopolítica y económica, etc., las naciones del mundo, a pedido del reino de Bután, pequeño Estado mediterráneo ubicado en las cadenas montañosas del Himalaya, en el sur asiático y con apenas 800,000 habitantes, así fue consagrada esta efeméride. Era la primera vez que una monarquía decidía a la felicidad como filosofía de vida hasta convertirla en política de Estado, haciendo que el verdadero objetivo nacional fuese lograr la felicidad de sus súbditos.

Para ello ni siquiera escatimaron en la creación del concepto de Felicidad Nacional Bruta, una denominación seguramente desdeñada por cualquier economista de Occidente. Insertada en la ONU, la felicidad pasó a constituirse en un concepto clave para la comunidad internacional, y tal ha sido su impacto -China la ha definido como meta nacional para el 2050- que hasta figura como uno de los poderosos objetivos del Desarrollo Sostenible proclamados en el 2015.

Ahora que todos o casi todos nos hallamos en casa las 24 horas del día precisamente por una decisión gubernamental devenida de una circunstancia atípica, tenemos la extraordinaria oportunidad para compartir más en el hogar y decidir, los que aún no lo hacen o nunca lo hicieron, decirle, por ejemplo a sus hijos, que los aman o expresarlo jugando con ellos la mayor parte del tiempo. La felicidad, entonces, en este contexto, puede constituirse en un poderoso estado humano no solo para superar a la mayor pandemia que vive la humanidad en lo que va del siglo XXI, sino para enriquecer las relaciones intrafamiliares.