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Algo más de seis meses tiene en el cargo la fiscal de la Nación, Zoraida Ávalos. Seis meses en los que es difícil encontrar en su historial una decisión importante, un hecho gravitante o, por lo menos, un liderazgo genuino y frontal en el que es hoy el mayor reto del Ministerio Público: la lucha contra la corrupción. Ávalos convive con la grisura, la medianía, en el claroscuro de la invisibilidad. Es una alumna calificada y perfecta del piloto automático, de las aguas mansas, la heredera absoluta de la inútil solemnidad de Pablo Sánchez, el maestro de la imperturbabilidad. ¿Alguien recuerda alguna frase poderosa y elocuente de Zoraida? ¿Una entrevista en la que se haya explayado en conceptos y revelaciones? ¿Una exposición pública con las líneas matrices y los desafíos impostergables de su gestión? ¿Sabe la ciudadanía quién defiende el interés público en estos aciagos tiempos de desfalcos, corruptos y malhechores? Un drama envuelve a la cúpula del Ministerio Público. De un lado, un grupo de supremos enhebrados en el tejido sucio de “Los Cuellos Blancos” y, del otro, el sesgo y la apatía de la indecisión, los liderazgos trémulos, los cabecillas de la fatuidad. Una fiscal que no es capaz de llamar al orden a Rafael Vela Barba y José Domingo Pérez, que no impone sus potestades y atribuciones, y que no delimita las fronteras rigurosas de su territorio, ¿es la mejor opción para el MP? ¿O es que, para algunos sectores, la intrascendencia de Ávalos es más útil a sus intereses? ¿A qué vamos? A que ahora la fiscal de la Nación tiene una prueba de fuego para mostrar que no corre cremolada por sus venas y que es capaz de olfatear el delito como una fiera al acecho. Hay pruebas irrefutables, evidentes, demoledoras, para investigar al presidente Martín Vizcarra por el caso Chinchero. Es su gran oportunidad. Solo si Ávalos abre una investigación al Presidente, habrá demostrado que hay una institución independiente que no se amilana ante la desmesura del poder y que tiene una jerarquía capaz de apabullar la más crónica de las desidias.