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Conversación en La Catedral es la novela que refleja al Perú del llamado ochenio de Odría, pero además refleja también de manera dramática al Perú contemporáneo. Por eso, la obra que más trabajo le dio a Mario Vargas Llosa -según su propia confesión- envejece muy bien.

Las intrigas desde el poder, la corrupción galopante y la sensación de estar en una sociedad imposible de cambiar son narradas con maestría a través de sus célebres personajes Zavalita, Ambrosio, Cayo Bermúdez, Hortensia, don Fermín y otros. La corrupción como un elemento transversal que atañe a todos los círculos y clases, a todas las edades.

Desde la universidad politizada en la que se sumerge Santiago “Zavalita”, San Marcos, para huir de su vida de hijo de oligarca; la clase empresarial que transa con el gobierno de turno, que saca y pone presidentes (y auspicia dictadores), representada por Fermín Zavala (padre de “Zavalita”); el poder que se somete y tiene su soporte en el clientelismo, en el intercambio de favores a través de Cayo Bermúdez, ese antecedente tan bien perfilado de Vladimiro Montesinos.

La obra maestra de Vargas Llosa se reaviva cuando uno ve nuevamente la trama de corrupción de Odebrecht, cuando oye a los “hermanitos” en esos obscenos audios en los que exponen su intercambio de favores, cuando en medio de la vida cotidiana uno ve a los peruanos de a pie caer en aquello que tanto les indigna, la informalidad y el desprecio por los valores para emerger.

Conversación en La Catedral es una novela monumental, además, por su exigente técnica narrativa; exigente tanto para los críticos como para los lectores. No es fácil de leer para muchos y es muy extensa. Pero vale la pena el desafío.