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No hubo que esperar mucho. Los diarios registrarán que Alan García se quitó la vida el 17 de abril, pero la historia dictaminará que el último día de ese mes fue el de su muerte política. Lo describirán en su verdadera dimensión como el dos veces presidente de la República que tuvo un primer régimen desastroso y se reivindicó en el segundo con una gestión regular, tampoco sobresaliente, pero que mantuvo los pilares del crecimiento, el orden macroeconómico y la fortaleza monetaria. Pese a que pudo, del 2006 al 2011 García no realizó las grandes reformas que el país requería y que, diez años después, trágicamente, siguen pendientes. Pero los textos del futuro tendrán que consignar que AGP fue un corrupto de marca mayor, un truhán de cuello y corbata, un malhechor de la política. Tendrán que decirlo con todas sus letras, sin ambigüedades ni atenuantes. Tendrán que narrar, además, que los actos consagratorios de los apristas tras el proyectil que le cruzó el cerebro a su líder fueron un chasco, y la dignificación de su suicidio, una farsa. Tendrán que decir que el expresidente apretó el gatillo para huir de la justicia, renunciando a un acto de valor y dignidad como enfrentar a la justicia de su país, y que optó por el deshonor de la evasión y la burda mentira. Sí, tendrán que afirmar que el personaje que negó centenares de veces que haya liderado una mafia criminal como la de los alias Toledo, Humala y Villarán no era solo un receptor de sobornos, sino el político cínico que erigió una sistemática campaña para convencer a un país de que su verdad “otros se venden, yo no” era en realidad una bochornosa mentira. Y así, entre los caminos para ingresar a las páginas ilustres que con rigor relataron Basadre y Macera, Porras Barrenechea y Pons Muzzo, Alan García Pérez ingresará, sí, pero no como él quería, sino por la puerta falsa, con la ignominiosa mención de que un día como ayer, trece días después de su muerte física, fue sepultado moralmente para siempre, para la deshonra de su memoria, el deceso de su legado y la virtual extinción de su partido. Alan murió ayer y el APRA también.