El orden nacido de la Segunda Guerra Mundial y la victoria de los aliados liderados por EEUU enfrenta hoy la mayor amenaza debido al trio Trump-Musk-Putin que ha generado una crisis que afecta al mundo democrático. Trump se cree un iluminado para luchar por más “espacio vital” y atropellar países para engrandecer el suyo, no repara en que ya está en una guerra de supremacía tecnológica con China. Las democracias no pueden ignorar el peligro, está en juego el estado de derecho, la separación de poderes, los derechos y libertades. Y el país que fuera el abanderado de estos valores se ha mudado a la orilla opuesta. Pero la peor situación se daría si las instituciones democráticas nacionales e internacionales aceptaran resignadamente estas formas de avasallamiento, de supremacía blanca, racismo e irrespeto al consenso basado en derechos libertades, es decir si se normaliza el desprecio por el humanismo y la solidaridad. Estados Unidos creció gracias a la inmigración y hoy la demoniza y desata una guerra para ganar territorios ajenos y recursos naturales y lo hace contra el consenso político global, contra la memoria histórica de la lucha contra el nazismo. Con su discurso ante el Congreso no caben ilusiones, estamos ante quienes creen en la libertad sin normas ni obligaciones, sin consideración ni respeto a los demás. Quienes confunden libertad con libertinaje son depredadores del humanismo que inspiró la ilustración y su legado liberal base de la democracia occidental. La cita con Zelenski y su valiente resistencia a las mentiras y humillaciones de Trump es el símbolo de lo que nos espera si no defendemos unidos el orden global ganado al nazifascismo.