El fuerte movimiento sísmico, de magnitud 5.6, que ayer despertó a todos los habitantes de la costa central del país es un llamado de alerta para que la ciudadanía recuerde que el Perú es un país sísmico y que la probabilidad que exista un gran terremoto, de una magnitud superior a 8, esta más que latente.

Tener un plan familiar de evacuación, mantener una mochila de emergencia y participar activamente en los simulacros de sismo y tsunami programados por Indeci ya debería ser una costumbre en cada familia a fin de estar preparados para esta eventualidad.

Pero no es todo. A las previsiones personales y familiares hay que sumar que la pandemia del coronavirus acaba de entrar a una tercera ola y que la presencia de la variante ómicron ha disparado la cifra de contagios y, por ende, puso más presión en el endeble sistema sanitario del país.

¿Está preparado el Perú para atender, a la vez, una emergencia sanitaria y a los daños que dejaría en cualquier parte del país un sismo de gran magnitud?

La respuesta es no. Tristemente ya está comprobado que, pese a todo lo que soportamos en estos casi dos años de pandemia, las falencias del sistema sanitario no han sido subsanadas. Entonces, los ciudadanos dependemos de nosotros mismos ante cualquier fatalidad.