La izquierda caviar ha pasado a ser un tonto útil de los radicales. De odiadores del fujimorismo y de continuos censores de lo político, social y cultural que rige la vida del país, y de eternos cultores de la imposición y lo políticamente correcto, muestran ahora su peor versión al hacerle el juego al vandalismo filosenderista que está detrás de las protestas. Alguien diría que no es la primera vez, que ya lo hicieron en las elecciones de 2021 cuando prefirieron al líder del Conare-Sutep, hicieron campaña por él, agitaron las redes sociales y hasta celebraron que un filosenderista llegase a Palacio con tal de que su bilis no les reventase el hígado si ganaba Keiko, pero ahora no hay visos del fujimorismo por ningún lado. ¿Por qué lo hacen? Para empezar, son malos perdedores. Nunca van a asumir la responsabilidad histórica de haber colocado al corrupto golpista de Pedro Castillo en Palacio. Con ellos no es. Es más, ahora pontifican, se rasgan las vestiduras por las muertes y, lo que es peor, avalan el enajenado plan de alentar la convulsión social para que el país se acerque a los límites del paroxismo, pise la cornisa de la anarquía y reviente como un cartucho de dinamita en el vientre de la democracia. No querían a Merino y colocaron a Sagasti. Ahora no quieren a Dina porque prefieren a Flor Pablo.

Por eso avalan la toma de Lima y cuestionan cada accionar de las fuerzas del orden bajo el argumento ridículo de limitar el derecho a la protesta. Como si no estuviésemos en estado de emergencia. Como si no estuviesen suspendidas las reuniones y movilizaciones. Como si tomar carreteras, atacar aeropuertos, asaltar sedes de la Fiscalía y el PJ o vandalizar mineras o supermercados fuese un derecho inalienable del terrorismo urbano consagrado en la Constitución. Es una lástima que su actual alianza con el terrorismo fortalezca la idea de una postura condescendiente con SL y el MRTA. Le quieren meter un coche-bomba a Dina y ellos atizan la mecha.