El presidente Pedro Castillo tiene tan poca perspectiva política que, además del desgobierno imperante, está copando el país con promesas baratas -mismo candidato populista- y de caprichos triviales con el patrocinio de su mentor, Vladimir Cerrón, y extremistas a ultranza como Guido Bellido y Guillermo Bermejo. Esos Consejos de Ministros Descentralizados son meras locaciones para la sobonería, el show y el grito de consignas teledirigidas.

Esta semana el profesor chotano, finalmente, se sacó la careta y anunció lo que ya tenía hace buen rato en la punta de la lengua: el proyecto de ley para consultar el cambio de Constitución durante las Elecciones Regionales y Municipales 2022. Según la mayoría de entendidos, está fuera de foco, se le han pegado los platinos, quiere curar el cáncer con una aspirina y no se da cuenta que el gran problema es él y su incompetencia total permanente.

Y aquí vale recordar la lapidaria pregunta que le hizo el periodista mexicano Fernando del Rincón de por qué pretende reformar la Constitución del 93, “¿qué le urge cambiar?”. La respuesta fue de campeonato: “Los tiempos han cambiado, ¿no? De acuerdo a las nuevas sociedades también tiene que estar la Constitución”. Cero argumentos, como en los 8 meses que lleva depositado en Palacio. “Ahí está el detalle. Que no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”, como diría Cantinflas.

Hay muchas “revoluciones” por delante para mejorar la calidad de vida de los peruanos, no obstante, nuestro país no requiere una Constitución comunista para llevarlas adelante. Algunos ya afilan el lápiz para plasmar su fanatismo radical y el pueblo, de pasar la iniciativa de marras, tendrá la gran oportunidad de hacer una profilaxis y poner en su sitio a estos neófitos que ocupan el poder.