A no dudarlo, el presidente electo Pedro Castillo debe estar pensando cómo resolver la siguiente paradoja: su discurso contra la corrupción es un hecho, pero sigue cerca de algunos personajes  investigados y sentenciados por diversos delitos en agravio del Estado.

La corrupción es un tema muy sensible. Se traduce necesariamente en pérdida económica para el país, pero también en inseguridad y caos para los peruanos, asuntos que desalientan las inversiones y postergan el rumbo hacia el desarrollo.

Lo ocurrido en el hospital Almenara, donde una mafia cobraba miles de soles por una cama UCI, es el reflejo que en el Perú la corrupción no tiene tregua y está en todos los niveles.

El presidente electo Pedro Castillo debe ser consciente que ya no es tiempo de prometer, sino de realizar. Como no tiene un liderazgo político claro, la situación exige que tenga una conducta honesta. De acuerdo a ello, debe trabajar con la gente más creíble y de solvencia moral. Esto le permitirá resolver tantos problemas y al mismo tiempo consolidar su imagen política.

Es momento de despertar nuevas y fundadas esperanzas a los peruanos para que el Gobierno del Bicentenario sea un cambio, para mejor. Es clave mirar más el futuro y menos el pasado. Por ello, sería positivo prescindir de algunos de su entorno que también fueron responsables y partícipes de la realidad que vivimos.

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