Mañana se cumplen 33 años de la matanza cometida por la banda terrorista Sendero Luminoso en la estrecha calle Tarata, de Miraflores, donde hicieron estallar un coche bomba cargado con una tonelada de anfo y dinamita en momentos de alto tránsito vehicular y peatonal, y cuando cientos de personas inocentes, casi a las ocho de la noche de un día de semana de frío invierno, estaban en casa quizá cenando, viendo televisión o pasando un momento en familia. Hubo 25 muertos, alrededor de 250 heridos y millonarios daños.
Los peruanos atravesábamos momentos muy duros en ese 1992. A inicios de año los seguidores del aún prófugo Abimael Guzmán habían asesinado en Villa El Salvador a María Elena Moyano, a la que colocaron dinamita en el pecho; y también volaron la sede de Frecuencia Latina (hoy Latina), en Jesús María. En medio de apagones, cortes de agua, atentados, miedos de no volver a casa y enfrentamientos entre las fuerzas del orden y hordas terroristas, la sensación era que íbamos perdiendo la guerra contra Sendero.
Lo de Tarata fue un ataque brutal con la intención de causar el mayor número de daños posibles en un distrito acomodado como Miraflores. No había en la zona una comisaría, un cuartel o una entidad pública. El objetivo senderista fue acabar con la vida de ciudadanos de a pie, con gente indefensa, tal como lo señaló luego del atentado el infame Alberto Olaechea Cahuas (a) “embajador del terror”, quien desde Europa dijo que por primera vez te tocaba a quienes se “dedican al surf”. Por el bien de la humanidad, este sujeto ya murió hacer muchos años.
Meses después, el 12 de setiembre de ese sangriento 1992, Guzmán fue capturado por un grupo de agentes de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote) en una cómoda casa de Surquillo, donde comía, bebía y fumaba a sus anchas rodeado de mujeres que le hacían la comida y le daban sus medicinas para que no se muera. Fue el alférez PNP Julio Becerra Cámara (hoy general y jefe policial de la Región Cusco) el primero en entrar a la habitación del segundo piso donde se escondía y ponerle el cañón de su revólver en la cara. La hiena estaba bajo arresto.
Todo esto parece una historia lejana, pero no lo es tanto si tenemos en cuenta que hace muy poco, en 2021, la mayoría de peruanos eligió como presidente a Pedro Castillo, el candidato del Movadef, que es el rostro de Sendero en estos tiempos. Incluso la región Ayacucho, que casi fue arrasada por las huestes de Guzmán a inicios de los años 80, votó masivamente por el profesor que llevó como ministro de Trabajo y Promoción del Empleo, a un sujeto sindicado como senderista y acusado de poner bombas en Huamanga. Para reflexionar.