Los pueblos están investidos de una moral nacional en sus relaciones de convivencia. Por contarla, ningún Estado quisiera terminar convertido en paria, es decir, aislado del mundo; sin embargo, algunos países llegan a esta penosa circunstancia por la irresponsabilidad de sus autoridades, llamadas más bien a siempre dar el ejemplo, pues teniendo el poder que les ha sido confiado, terminan usándolo según sus intereses.

Cuando se superpone el desprecio por la moral entonces allí es cuando las autoridades se vuelven inmorales pues conociendo el bien y distinguiéndolo del mal, cruzan sin mayores escrúpulos sus límites, para terminar dominados por lo inmoral que es el imperio de la bajeza humana. Cuando eso sucede los pueblos se vuelven vulnerables, nadie respeta a sus autoridades, las que pierden credibilidad y prestigio, y la gente, termina siendo impactada por sus hipocresías y artimañas.

Nadie podría dudar de que la reciente revelación del escándalo de la aplicación clandestina de vacunas en el país que, por no adquirirlas a tiempo, han acentuado la ansiedad nacional que confundida con la incertidumbre, juntas han promovido la explosiva frustración de los peruanos, mellando a la moral nacional ahora por los suelos.

Los pueblos forjan su destino impulsados por su historia, es decir, el pasado que viene afirmándose con una carga de principios y valores imprescindibles para sostener la unidad nacional que se construye con el tiempo, de lo contrario, seríamos un grupo social mercenario, una horda urbano-rural de convenidos o desgraciadamente un grupo humano de falsos y arribistas, que juntados se han desnudado desesperados por asegurar la realización de sus proyectos personales, y con ello, poco a poco van desapareciendo el sentido de comunidad, solidaridad y bien común, es decir, una perfecta sociedad de la barbarie, propia de la podredumbre humana.

Para recuperar la moral nacional en medio de una pandemia que nos ha herido, debe haber castigo de lo contrario, hallados en el abismo de nuestro descrédito, y sin ejemplo para las nuevas generaciones, legaremos una sociedad sin identidad, artificial y alcahueta de buitres y otras de rapiñas que no nos merecemos.