En el tiempo que llevo pensando este libro, he llegado a la conclusión de que la única manera de comentarla es desde el asombro, como el estado después de la lectura de un poema de más de cien páginas, cuando te quedas, sobre todo, con las sensaciones y emociones que brotan en cada apartado.

“La novela liberada” (Narrar, 2024) del escritor peruano Víctor Ruiz Velazco es, por supuesto, como su título lo dice, una novela, si se entiende el género como ese campo que alberga las más impensadas grietas, un lugar donde, así como la trama, también existe la ausencia de una historia concreta. Esa ambigüedad, esa aparente incoherencia, ese choque de sentidos, que suele darle más fuerza a los versos que a las prosas, se encuentra en esta obra, una apuesta arriesgada porque se ubica fuera de los temas en boga en la literatura contemporánea. Después del “Ulises” del escritor irlandés James Joyce, de su experimentación y vitalidad, la experimentación en la novela se ha visto como algo más mesurado y, en algunos casos, se han visto los ecos joyceanos, junto a las imitaciones y cansinas repeticiones. Sin embargo, si la literatura no es experimentación ni tomar caminos pedregosos, entonces qué es. Por eso, aunque son escasas, sobre todo en un país como el nuestro, sorprende toparse con algunas disidencias. La primera novela del poeta y editor tiene una voz, un narrador que toma sus distancias pero que no se aleja del todo. Conocemos, primero, su erudición, su forma de construir un mundo a través de la metaliteratura y luego lo vemos un poco más de cerca, y no hay nada más cercano que las emociones, sobre todo la del amor y sus variantes. El deseo, el cariño, la filiación. Las vidas posibles que dejaron otras atrás. El nombre de una mujer que reverbera en varios pasajes, como una repetición ineludible para la cadencia ideal de esta narración fragmentaria que tiene toda la esencia de lo poético, además de la vena ensayística sobre el mundo ficcional. Sostener esa propuesta, por supuesto, no es tarea sencilla, y la mayor parte del tiempo el autor sale bien librado. Y eso ya es mucho en un contexto donde todo parece estar parametrado para ciertas lógicas, para cumplir con una forma, la de siempre, la que no inquieta. Víctor Ruiz Velazco entrega un libro inusual, más cercano a la poesía y que me hace recordar a uno de los miríficos apuntes del escritor argentino Abelardo Castillo en “Ser escritor”: “La poesía no es una manera de escribir, es más bien un modo de vivir, de percibir el mundo”.

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