El coronavirus ya dejó de ser un mal augurio de los fatalistas o un pronóstico apocalíptico de los que siempre exageran. Ya se propagó en el Perú y se incrementa en todo el mundo. En tanto, la Organización Mundial de la Salud declaró el brote del Covid-19 como pandemia ya que se está transmitiendo sostenidamente en más de tres regiones geográficas diferentes.

Ante ello, el Gobierno peruano ha tomado algunas decisiones, para algunos, drásticas. Lo importante es que el presidente Martín Vizcarra y su equipo no están inmóviles y rígidos, esto hubiera significado una presión brutal que complicaría cualquier solución al problema.

Tenemos que estar alertas porque es evidente que una multiplicación rápida del coronavirus en nuestro país generaría la saturación del sistema sanitario. Si en Italia hay hospitales colapsados, con pacientes en los pasillos, imagínense como sería aquí.

Si bien es cierto que el exceso de alarma nos aleja del objetivo de contener esta enfermedad, ya que se le da más espacio a lo emotivo que a la rigurosidad científica, el exceso de secreto es peor. Por ello, son necesarias las medidas de precaución. No solo nos referimos a cubrirse al estornudar o lavarse las manos sino principalmente a distanciamiento y aislamiento de los sospechosos. La clave radica en combinar el compromiso de todos con la prevención con una adecuada puesta en escena de los servicios de salud.

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