Tan solo 2 años atrás cuando Sebastián Piñera ganó por segunda vez la presidencia de Chile-la primera vez gobernó de 2010 al 2014-, el entonces mandatario argentino Mauricio Macri, fue el primero en saludarlo-ambos antimaduristas- y establecieron una importante vinculación que hoy comienza a extrañarse luego de las recientes declaraciones del todavía flamante izquierdista jefe de Estado argentino, Alberto Fernández que suelto de huesos ha sañalado más de 1500 casos de violaciones de derechos humanos en Chile, Piñera no asistió a la toma de mando en Argentina, desnudando la ausencia de química presidencial.

Argentina y Chile nunca han sido Estados con alianzas al por mayor. Ocupan la posición más austral del continente sudamericano e históricamente se han disputado la región de la Patagonia que más allá de que lograran superar los escollos jurídicos internacionales, sigue pululando en el imaginario bilateral que luego de la mediación del papa Juan Pablo II por el canal del Beagle de 1978, fue Argentina la que se quedó con la mayor parte de que las vinculaciones históricas debieron acrecentar un marco de reciprocidades bilaterales, pues el generalísimo José de San Martín cruzó los Andes y más allá de que perdió en la batalla de Cancha Rayada, logró contundentes victorias en Maipú y Chacabuco, sellando la independencia chilena, el gobierno de La Moneda le dio la espalda durante la Guerra de las Malvinas (1982) volcándose en favor total de los ingleses que solamente contaron en América Latina con solitario apoyo de Chile. Es una verdad inocultable de que en la literatura de seguridad y defensa en la región, el verdadero rival geopolítico de Chile-potencial amenaza- no es como se cree erradamente el Perú, sino, en cambio Argentina. El presidente Fernández como su homólogo Piñera, saben de memoria el contexto histórico que he referido y que jugará su partido en esta nueva etapa considerando las diferencias sustantivas en los perfiles de los gobiernos en Santiago de Chile y en Buenos Aires. Requiriéndose mutuamente no involucrarse en la políticas interna de cada país, está claro que se inicia una difícil vecindad.