El allanamiento a la casa y el despacho del actual comandante general de la Policía Nacional del Perú, general Raúl Alfaro, sucedido en la madrugada de ayer, no es más que una nueva humillación a una institución que fue avasallada, pisoteada y sometida al poder corrupto manejado por el golpista Pedro Castillo, el reo del penal Barbadillo que según el Ministerio Público, era el cabecilla de una banda de saqueadores del Estado y chuponeadores.

Lo visto en las últimas horas a través de un video, en que se aprecia a policías y fiscales rompiendo a golpes la puerta del despacho del jefe máximo de la PNP, es una secuela de lo que nos dejó el impresentable de Castillo, su premier Aníbal Torres –gran maltratador de la institución que cuidaba de su vida y la de su familia– y ministros del Interior nefastos como Juan Carrasco, Alfonso Chávarry y Willy Huerta, este último embarrado hasta el cuello en el golpe de Estado del 7 de diciembre último.

Castillo y su gente han manejado a la Policía Nacional como les ha dado la gana. Quizá un símbolo de ese avasallamiento sea esa triste escena en que un agente de Seguridad del Estado amarraba los zapatos del hoy recluso, o la existencia hasta la actualidad de generales que según el Ministerio Público, pagaron un billete sobre otro para acceder a los galones del grado que por sus propios méritos o antecedentes jamás se hubieran podido colocar sobre los hombros.

No olvidemos que otro comandante general de la PNP, el teniente general en retiro Javier Gallardo, anda con un pie en la cárcel precisamente por la compra de ascensos, todo esto en el gobierno de Castillo, el personaje que desde el día uno de su mandato lleno el Estado de hampones, pirañitas y pájaros fruteros para levantarse todo lo que encuentren a su paso. Lo último que se ha sabido es que intentó montar un sistema de interceptación telefónica en alianza con personas dudosas, entre ellas un congresista del fujimorismo.

Uno de los retos del actual gobierno es terminar de hacer una buena fumigación, a fin de erradicar del Estado cualquier vestigio de gobierno inepto, corrupto y golpista de Castillo, ese personaje por el que parte de la izquierda sigue sacando cara y sueña con volver a verlo en Palacio de Gobierno a pesar de los Aníbal, las Betssys, los Pachecos, los Silvas, los sobrinísimos y los generales que pasaron por el “peaje” para comprar al peso sus galones. Una vergüenza.