La operación “Chavín de Huántar” ha cumplido 23 años. Su hazaña fue la liberación de los 72 rehenes tomados por 14 terroristas del MRTA en la residencia del embajador de Japón (1996). Constituyó una de las acciones de rescate, exclusivamente militar, más efectivas del mundo y por el éxito de su resultado todos los comandos fueron declarados héroes. En esa ocasión el Estado hizo uso de la fuerza por medio de sus Fuerzas Armadas -como ahora durante el estado de emergencia por el coronavirus- para imponerse ante los subversivos que controlaban la vida de 72 rehenes, a los que podían liquidar en cualquier momento. En la historia de la seguridad internacional otros hechos de rescate no tuvieron final feliz como el asalto del teatro Dubrovka de Moscú (2002) tomado por 50 terroristas chechenos que redujeron a 850 rehenes. Los extremistas exigían el retiro de las fuerzas rusas de Chechenia y acabar con el conflicto que diera paso a la liberación del pueblo checheno. La policía erradamente utilizó gases tóxicos y sobrevino una matanza en que perdieron la vida todos los terroristas y 130 rehenes. Un fracaso total. En cambio, la operación Chavín de Huántar, en que murieron 1 rehén, 2 comandos y los 14 emerretistas –absolutamente todos lamentables, por supuesto-, por su resultado debe ser considerada en el marco de la ONU de “Acción modelo de rescate militar internacional” -encargo para nuestros diplomáticos que estoy seguro lo lograrán- y toda la gesta debe ser incorporada con un generoso número de horas lectivas en la currícula escolar -ahora que es virtual, con una rica variedad de ayudas audiovisuales-, para que los peruanos desde niños forjen el imaginario de sentirse orgullosos de sus FF.AA. como ahora por su rol durante la pandemia.