No es porque hoy sea Halloween, pero de un tiempo a esta parte la política nuestra de cada día se ha convertido en una fiesta monstruosa. Un presidente calabazón que aún no aprende a gobernar, un premier “Caníbal” que delira y dirige un aquelarre de ministros que es un misterio cómo llegaron a ocupar el alto cargo.

Aunque en el Minsa ya se sabe que Vladimir Cerrón es la mano dinámica que mece la cuna, mientras los pacientes viven situaciones de terror. Este gobierno ha tenido más ministros que murciélagos en la cueva de Alí Babá y algunos volaron a la comarca de la clandestinidad, bien resguardados.

La fiscal de la Nación corre con una inmensa telaraña para terminar de atrapar a la organización criminal disfrazada en el poder, sin embargo, la contraparte, asesorada por abogados del diablo, busca presentarla como una bruja y hasta le mandan drones para asustarla.

La fiesta de máscaras incluye invitados con plata como cancha que a través de un misterioso vudú controla los impulsos de ciertos zombies del Congreso, lugar donde a ritmo de Thriller también se mueven momias y “niños” que se transforman en enanos detrás de la olla de oro.

Palacio de gobierno ya es el castillo de Drácula porque nadie tiene sangre en la cara. Salen de ahí constantes gemidos de La Llorona que algunos entienden como una siniestra estrategia de victimización. ¿Los oirá la OEA?

Ah, y como en la película Paranormal, algunos escurridizos seres de la Casa de Pizarro tienen el poder de no quedar registrados en las cámaras de seguridad, mismos fantasmas.

Díganme ustedes, ¿no dan ganas de salir corriendo?