Este Congreso de la República, presidido por el acciopopulista Manuel Merino, se parece cada vez más al ouróboro (o el uruboros), aquel monstruo fantástico -descrito con todo su ingenio literario por Jorge Luis Borges en “El libro de los seres imaginarios”- que engulle su propia cola y, en ese afán autodestructivo, da vueltas en un inacabable círculo vicioso.

Y, claro, la resultante de este comportamiento inútil de los parlamentarios está plasmada en la reciente encuesta de Ipsos, publicada por El Comercio: la aprobación ciudadana del titular del Legislativo apenas llega a 22%, mientras que su desaprobación se estaciona en 62%. Además, morderse la cola le acarrea al primer poder del Estado un rechazo popular de 72%.

En otro lenguaje, ¿qué revelan estas cifras probabilísticas, como diría el “Tigre” Agustín Figueroa? Que el obstruccionismo, los intereses subalternos (evidenciados en varias acciones), la repartición irresponsable del dinero de las AFPs y la ONP, la sed de seguir en la mamadera y los pedidos de vacancia presidencial a granel, conforman un búmeran que termina estrellándose en sus propias curules.

Lo más preocupante es que parece que no les importa el gran daño que le están haciendo al país, en medio de una pandemia que debería ser el primer enemigo a atacar en conjunto para honrar la muerte de más de 34 mil compatriotas a manos del coronavirus. Prima el cálculo político en toda su dimensión y, por ejemplo, la postergación de las elecciones es el regalo de Navidad que muchos esperan.

Por si acaso, Vizcarra también está en la colada, pero ya la justicia le sigue los pasos y veremos qué pasa con él luego del 28 de julio de 2021.

TAGS RELACIONADOS