Se dice que el avestruz tiene un comportamiento curioso y que suele “esconder” la cabeza debajo de la arena para camuflarse cuando percibe peligro. Cuando se dice, coloquialmente, que algunos empresarios se “esconden” como el avestruz, significa que hacen como que se tapan los ojos e ignoran “conscientemente” cualquier crisis en ciernes (económica, política o social) con la esperanza de que pasen solas, sin involucrarse en la búsqueda de soluciones. Pero en realidad, no es que se escondan “literalmente”, sino que deciden voluntariamente adoptar una posición pasiva, evasiva y silenciosa. Pero, peor aún resulta el estado de negación voluntaria en el que caen algunos otros. Si bien en democracia toda posición ideológica legitima tiene espacio, (derecha, izquierda o centro), y que ser de derecha implica creer en la libertad, la iniciativa privada, la defensa de la propiedad y el respeto del rol central del libre mercado, con un estado regulador, pero no intervencionista, ser empresario y negar en simultaneo ser de derecha, resulta francamente sorprendente.
Lo que debería generar vergüenza, más bien, seria vivir desconectados de la realidad nacional, ausentes de empatía y sensibilidad. En un país polarizado, el riesgo que ven muchos empresarios es el de ser encasillados. Otros, por calculo reputacional, prefieren presentarse como apolíticos. “Raros son esos tiempos felices en los que se puede pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa” decía el historiador romano Tácito y no podía tener más razón. Los empresarios no deben avergonzarse de ser derecha. Lo que debería avergonzarlos es de ser indiferentes ante la desigualdad, la corrupción o la exclusión. Asumir el riesgo de ser fieles a nuestros pensamientos y a nuestras ideas, debe enorgullecernos y mas aun si nuestras acciones y nuestros emprendimientos producen bienes y servicios de todo tipo, generan puestos de trabajo, riqueza y recursos para abultar el presupuesto público, reducir la pobreza y generar bienestar. El mayor riesgo, decía Mark Zuckerberg, es no tomar ninguno. En un mundo que esta cambiando tan rápidamente, la única estrategia que garantiza “fallar”, es no asumir ningún riesgo. Asumamos el riesgo de ser honestos con nuestros pensamientos y nuestras acciones, para comenzar.