En su primera conferencia de prensa, tras asumir la jefatura de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), en reemplazo del renunciante Gustavo Adrianzén, el nuevo premier y exministro de Justicia, Eduardo Arana Yza, anunció que su gestión estará marcada por la “coordinación y convergencia”.

Como primer paso, adelantó que iniciará una ronda de reuniones con bancadas parlamentarias, gobernadores regionales y diversas fuerzas políticas y sociales para asegurar una conducción “consensuada” del gobierno en el año y dos meses que le restan al actual mandato.

Sin embargo, la tarea no será sencilla. Arana no ha planteado propuestas nuevas ni señales claras de cambio frente a la criticada gestión de su antecesor, quien ya enfrentaba cuestionamientos tanto del Congreso como de autoridades regionales. Su nombramiento, lejos de representar un giro en la política del Ejecutivo, ha sido visto como la confirmación de que era un “premier en la sombra”.

Su llegada a la PCM no implica ninguna renovación en el gobierno de Dina Boluarte, caracterizado por la frivolidad de la mandataria, la reacción tardía y la ausencia de políticas preventivas. Más allá de buscar la confianza del Parlamento, el verdadero reto de Arana es recuperar la confianza ciudadana. Una misión complicada, sobre todo si su designación responde más a un enroque de emergencia para evitar la censura de Adrianzén, que a una apuesta genuina del gobierno por enmendar el rumbo.

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