Para muchos, es una intensa telenovela de la que viven pendientes esperando cada capítulo, sin embargo, para la protagonista, es un drama de la vida real que nunca imaginó vivir. María Julia Mantilla, actriz, conductora, Maju, para quienes la conocen desde sus épocas de modelo y Miss Mundo, siempre tuvo a la polémica de lejos, pero desde hace algunas semanas esta la envuelve y la tiene secuestrada; daño que parece no importarle a los que se esmeran en colocarla en el centro de la controversia. Hoy, el actual escenario en el que la exreina de belleza debe moverse, es en el del señalamiento, la descalificación y el agravio, sobre hechos que ella niega y que su aún esposo da por ciertos y que se encargó de regar a los medios de comunicación. Allí se inició toda esta teleserie de mal gusto que obligó a Mantilla a renunciar al programa que conducía, y que sobre todo reciba mensajes de una violencia pocas veces vista, por temas, que nos guste o no, tendrían que ser tratados en la esfera privada. Y es que en pleno siglo XXI, siempre la mujer será terminará siendo el “punching ball” del machismo y los prejuicios, esas taras que siguen vivas en nuestra sociedad y que saltan en el momento menos esperado. Mientras que para Gustavo Salcedo, esposo de Maju, algunos opinólogos de redes justifican sus episodios de violencia bajo la premisa del “macho engañado” que tiene todo el derecho de la venganza por la afrenta recibida, para ella será todo lo contrario, “el castigo” es lo que mínimo que se merece. En estos tiempos, la empatía parece haberse olvidado, la gente que sin mayor análisis y compasión muestra el implacable dedo acusador, no se acuerda que esos personajes públicos, que se ven inalcanzables y que hasta algunos endiosan, son seres de carne y hueso, seres humanos con aciertos y errores, virtudes y defectos. Sería importante que a raíz de este penoso episodio en el que se ha visto involucrada Maju Mantilla, se replantearán ciertos conceptos que son necesarios para una buena convivencia entre los medios y los personajes mediáticos. Hay quienes afirman que “los famosos” no tienen el derecho de preservar ciertos aspectos de su vida privada, que se deben a su público y que todo lo deben mostrar, pero eso no es totalmente cierto. Cada quien debe poner sus límites y se deben respetar, palabra que siempre hay que tomar en cuenta cada vez que se quiere calificar y opinar sobre la vida de alguien.