Parafraseando a Vallejo, nunca antes quise tanto que llegue “la resaca de todo lo sufrido” sobre este coctel de problemas políticos y sociales que tiene al país embriagado de pesar. ¿Acaso no nos hemos preguntado cuándo será ese día? La respuesta es difícil porque tanto la presidenta Dina Boluarte como los manifestantes no ceden en sus pretensiones: ¿quién bajará primero los brazos?

La frase popular “no hay mal que dure sin años, ni cuerpo que lo resista” calza perfecto a nuestro país. El problema es que aún desconocemos quién es el mal y el cuerpo, sabiendo que, por un lado, es muy complicado que la jefa de Estado aguante más de un año despejando carreteras, contando muertos y sometida al Congreso; y, por el otro, los recursos de las marchas no son inacabables.

Escucho voces de expertos que le proponen al gobierno abrir espacios de diálogo con los manifestantes, pero no dicen nada nuevo, solo que los ministros acudan al interior del país. Pero, ¿qué podrían negociar los altos funcionarios si no tienen qué ofrecer? ¿Qué podría superar al pedido de renuncia de la mandataria? Ofrecer obras públicas es una ofensa para quienes se sienten estafados por el Estado.

Entonces, estamos en un punto de quiebre en el que el único que sigue perdiendo es el país. Veamos, Boluarte sigue gobernando y los protestantes continúan tomando las carreteras. Por ejemplo, pronto comenzará el año escolar y, de continuar la revuelta, serán suspendidas las clases presenciales. Parece que pensar en el país es lo último con lo que se sueña, por eso necesitamos que llegue la resaca y se empoce en el alma, como recita nuestro vate.




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