“Tengo deberes sagrados y los cumpliré quemando el último cartucho”, fueron las palabras de respuesta de Francisco Bolognesi al emisario chileno Juan de la Cruz Salvo en señal de que no entregarían la plaza de Arica. Bolognesi, por decirlas, quedó inmortalizado. Los peruanos las conservamos intactas en nuestro imaginario nacional. En efecto, fue el 5 de junio, como ayer, de 1880. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, publicó el diálogo entre el coronel Bolognesi y el mayor Salvo en la página 1125, tomo III de la “Historia de la guerra del Pacífico”, impreso en Chile, a fines de 1881, que privilegiadamente se lo contó el propio mayor Salvo, quedando registrado para siempre en la página 1127 de la obra del mayor historiador de Chile. Eran las 7:00 am del 5 de junio en que Salvo, acompañado de un corneta, fue recibido por Manuel C. De la Torre, que era el jefe de estado mayor y por Alfonso Ugarte que durante la batalla, cogiendo la bandera nacional, se lanzó al abismo con su caballo para que no cayera en manos del enemigo. Cuenta Vicuña Mackenna que el encuentro “fue breve pero digno”. Sentados en “un pobre sofá colocado en la testera de un salón entablado pero sin alfombra, i sin más arreos que una mesa de escribir i unas cuantas sillas”. Luego de recibir el mensaje para que se rindieran, Bolognesi, que ya había respondido a Salvo, decidió consultar con sus hombres, los que unánimemente se plegaron a la respuesta del jefe. El chileno quedó enmudecido. Fue un acto de completo respeto de la voluntad de los demás pues estaba en juego el destino de sus vidas. Esa fue la otra grandeza en la respuesta de Bolognesi.