“Siempre me sentí un revolucionario, pero ahora es otra cosa, los revolución hay que hacerla repartiendo dinero, no luchando contra los gobiernos”, decía el mítico músico mexicano Carlos Santana.
Por supuesto, aludía a la responsabilidad que deben asumir los políticos para decir menos y entregar más. Solo con la buena distribución del dinero de un país se pueden cambiar muchas cosas.
No se refería a lo que hacen todos en campaña y que será moneda corriente en este tiempo electoral: repartir dinero, regalos y prebendas para conseguir votos. Nuestros candidatos no conocen mejor ideología que el marketing, las donaciones y el asistencialismo. Y no usan mejores palabras que el “toma esto mamita” o “agarra esto hermanito”. Su credibilidad ante la gran masa no se funda en lo que dicen y menos en lo que hacen, sino en lo que entregan.
Los políticos y sus asesores saben que a los electores les importan las propuestas, las promesas realistas, los antecedentes, pero más que eso les interesa la ilusión que puedan volver a ocurrir esos regalos cuando estén en el poder.
Todo hace suponer que candidatos a la presidencia de la República y al Congreso serán políticos con gran poder económico. Ya sabemos, una campaña electoral tiene como objetivo conquistar clientes. ¿Cómo se hace? Dando buena impresión antes que soluciones. Para ello se necesita una buena billetera.
¿Cómo se consigue buena billetera? Con buenos aportes de empresarios, consorcios o amigos auspiciadores. Pero también lavando dinero, principalmente por delitos contra la administración pública (los más habituales: corrupción de funcionarios y enriquecimiento ilícito). Un informe de la Unidad de Inteligencia Financiera dice que entre julio del 2014 y junio del 2015 la cifra por lavado de activos es de 554 millones de dólares.
Así que mucho cuidado en las próximas elecciones. Muchos candidatos ya se alistan para recrear y maquillar lo que ya conocemos. Así que a no dejarse sorprender.