El dengue se salió de control en nuestro país. “Es el peor brote de nuestra historia”, dijo ayer la decana del Colegio de Enfermeros del Perú, Josefa Vásquez. Por ello, el Gobierno declaró en emergencia a 20 regiones, casi todo el territorio nacional.

Las cifras de casos y fallecidos crecen todos los días. Es alarmante, pero tienen que interpretarse como una advertencia. Si no hay una rápida acción del Gobierno las consecuencias serán terribles. Dilatar cualquier medida que sirva para contener los embates del dengue no solo es actuar con negligencia sino también decretar la muerte de miles de peruanos.

Hoy por hoy la situación es desastrosa. El sistema de salud pública sigue en lamentable estado. Hay hospitales colapsados en el norte del país y los pacientes se atienden hasta en mototaxis y vehículos privados. Hay carencia de especialistas y enfermeras. Y para colmo se acabaron las pruebas que detectan la enfermedad. ¿Vacunas? El Perú no compra ni una sola con el pretexto que no han sido aprobadas por la OMS, cuando en otros países ya las están usando. Por esta triste realidad se acentúa el divorcio entre el Gobierno y la gente. Si no hay mejoras la separación será irreconciliable.

El Ejecutivo ya salió a poner paños fríos, pero las palabras se agotan y pierden valor si no hay planes y recursos para resolver esta emergencia. Y además hay que poner al frente a los profesionales más capacitados.

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