El feminicida venezolano Sergio Tarache Parra tiene mucha suerte de haber quemado viva a su expareja en el Perú, pues solo en este país puede darse una indignante cadena de hechos que han llevado a que el Poder Judicial le baje a 26 años de prisión la condena de 30 años que se le puso inicialmente por el abominable crimen que cometió a inicios de 2023 en una calle del Centro de Lima contra una joven de apenas 18 años, que agonizó por varios días antes de morir a causa de las heridas sufridas.

En las últimas horas, el Poder Judicial ha rechazado el pedido de la familia de la víctima para incrementarle la pena a este salvaje que incurrió en todos los agravantes, pues luego de asesinar a Katherine Gómez cerca de la Plaza Dos de Mayo, escapó por esa coladera que son nuestras fronteras, para luego ser capturado por las autoridades colombianas. Su intención era llegar a Venezuela para perderse en el caos completo que reina en ese país capturado por una dictadura.

La madre de la víctima, Cinthia Marache, con toda la indignación que puede caber en quien ha visto morir a su hija con apenas mayoría de edad tras ser rociada de combustible y quemada viva, ha cuestionado que el Poder Judicial haya bajado la pena impuesta originalmente al feminicidad, porque considera que el sujeto es joven y puede ser recuperado para la sociedad. Sí, esos son los jueces que administran justicia en el Perú tomado por la criminalidad.

En otras palabras, por más que seas un engendro como Tarache, mates a tu expareja de la manera más cruel y luego huyas como un cobarde a otro país, siempre en el Perú habrá un juez que le saque la raíz cúbica al código penal a fin de favorecerte de alguna manera, y hasta te considere “resocializable”. En muchos otros países, incluso del primer mundo, por un asesinato con estos agravantes, el criminal habría ido a parar al paredón o a una camilla para que le apliquen la inyección letal.

Mientras el delincuente Tarache festeja por estar en el Perú y no en otro lado donde los jueces trabajen siempre en favor de las víctimas, sus deudos y la sociedad en general, desde este espacio envío toda mi solidaridad a la familia de la joven Katherine, especialmente a su madre, que se ha encontrado con un muro cada vez que ha ido a buscar justicia efectiva por este crimen que le ha arrebatado a su ser más querido y ha marcado de por vida de la peor manera.