Esta semana las calles de la ciudad más neurálgica del norte, Trujillo, dio por terminado, de facto, el estado de emergencia. Al menos en las horas en que no hay toque de queda, la ciudad está rebosante de autos y camionetas particulares que van con dos o tres a bordo. También de motos lineales en las que se apertrechan de a dos, agarrados y juntos. O también van a pie, en pareja, pese a la disposición gubernamental de que salga solo una persona por familia.

La policía, con la moral amainada, parece haber sentido el golpe a la médula que significó la revelación de presuntos actos de corrupción de sus altos mandos. Además está el miedo, el pánico generalizado entre los agentes al contagio. Hasta buena parte de la ciudadanía, en Trujillo, exterioriza su resignación en las redes sociales. “Que cada quien se proteja, se les advirtió y no aprenden”, decía un usuario. “Sálvese quien pueda, no queda otra”, agregaba otra joven cibernauta.

El problema es que, al igual que ocurre con el Covid-19, el relajo es contagioso. Si tú te restringes en tu casa, no sacas el auto para ir a cualquier lugar, si ni siquiera sacas a pasear al perro al parque para cumplir con la cuarentena impuesta, pero a la vez observas a otro hacer lo que se les venga en gana en la calle, terminas por preguntarte qué sentido tiene ser cumplido. Y los que nunca se convencieron de la norma ni siquiera lo pensarán, sino que también volverán a la normalidad por una cuestión natural.

La cuarentena impuesta por el gobierno está perdiendo sentido en estos días en lugares como el norte, donde la tasa de letalidad, de muertos por coronavirus, es la más alta en el plano nacional. La Libertad ayer reportaba cinco muertes en solo 24 horas. La cantidad creciente de los muertos en Piura y Lambayeque parecen ir a la caza de los números nefastos de Guayaquil.

Y los números empeorarán en los próximos días, por lo que se puede ver. Urgen nuevas ideas y nuevas disposiciones. Las órdenes de confinamiento y la recomendación del lavado de manos, que recalca Martín Vizcarra desde Palacio, ya no bastan.