Ante la revelación de la llegada del COVID-19 al país, luego del 6 de marzo, planteé en esta columna priorizar en el Perú un espíritu de unidad hacia la figura del presidente Vizcarra, de las autoridades que están a la cabeza de esta ardua lucha y expuse la necesidad de enfrentar esta pandemia juntos, sin las históricas divisiones que han dinamitado los más ambiciosos proyectos del país.

Desde la convicción de que los gobernantes del mundo no son responsables de la epidemia, me pareció justo que prevalezca un espíritu de unidad. Hoy me ratifico pero es indispensable dejar claro que una tregua dirigida a cohesionar esfuerzos y alinear voluntades no puede significar para la prensa una abdicación de sus elementales funciones de vigilancia y fiscalización.

No es ese, al menos, nuestro caso. Medidas como la cuarentena, el aislamiento social o el toque de queda merecen acatarse y difundirse, valorarse en su compleja dimensión y adoptarse como un instrumento de lucha pero desde el otro lado, el ejercicio de la profesión obliga a advertir las falencias recurrentes y peligrosas en el manejo de la crisis. Solo por espacio, nos referiremos a una de ellas.

La estrategia de comunicación. La prensa ya no es invitada a Palacio y solo está pendiente de los largos monólogos presidenciales, algunos de cuyos mensajes requieren de inmediatas aclaraciones. No se ha sabido comunicar, por ejemplo, cuántas pruebas moleculares se hacen por día y cuántas serológicas, cómo han ido programándose las compras, su secuencia de llegada y cuál es el plan detrás.

Entre todo, la ausencia de una estrategia integral, y la prevalencia en cambio de un archipiélago de decisiones aisladas, es lo que más preocupa. Los ventiladores artificiales es otro gran problema. Las cifras son confusas y no aclaran lo que parece evidente: Que en el momento más crítico, van a faltar. Los médicos y enfermeras del país advierten que no hay suficientes camas de UCI y trabajan en condiciones deplorables.

Las regiones están ad portas de un colapso y hay indicios de corrupción en más de una compra de respiradores y mascarillas. La verdad y la transparencia no pueden estar en toque de queda ni en cuarentena. No al menos para la prensa independiente.