Como era predecible, José Jerí Oré fue elegido presidente del Congreso. Su Mesa Directiva, la última de la era de la unicameralidad, está integrada por Fernando Rospigliosi (Fuerza Popular), Waldemar Cerrón (Perú Libre) e Illich López (Acción Popular) y, si bien, Alianza para el Progreso (APP) quedó fuera de las presidencias, sus votos terminaron por cimentar el triunfo del representante de Somos Perú.
Jerí Oré asume el cargo con una denuncia por violación sexual y otra por enriquecimiento ilícito, pero insiste en tener la “conciencia tranquila”. En su primera conferencia de prensa como titular del Congreso habló de limpieza, reformas y control político al Ejecutivo, pero no despejó las dudas sobre cómo, con esos antecedentes, llegó al cargo. Su defensa no es jurídica ni moral: es política. Denunció maniobras en su contra, se victimizó, pero también evitó asumir responsabilidades frente al país. Si bien prometió recuperar la imagen del Legislativo, su elección simboliza lo contrario: un pacto entre bancadas con aspiraciones presidenciales que prefieren no cargar el costo político de dirigir el Parlamento en un año electoral: Jerí no representa una renovación, sino una transacción. Pero bueno, ya fue elegido y ahora debe demostrar con hechos que su elección no fue un blindaje ni un premio, sino una oportunidad para rectificar. El Congreso necesita liderazgo, no un operador político envuelto en sospechas.