Un verdadero líder siempre tiene un plan “b”. No puede llevar a su ejercito o a su organización a un rumbo de no retorno.

El líder está comprometido con la victoria. Su gente lo sigue por eso, nadie sigue perdedores ni fracasados. Su imagen siempre debe ser la de un ganador, ni tan humilde que se vea servil, ni tan orgulloso que se vea soberbio.

Ten a tus amigos cerca y a tus enemigos más cerca aún, si crees que deben estar contigo los que alguna vez te traicionaron, perdónalos, pero nunca olvides sus nombres. Si te engañan una vez es culpa de ellos, si te engañan dos veces es culpa del líder.

Siempre habrá temor en dar el primer paso en la batalla, todos tiene miedo, el líder también lo tiene, pero por eso es líder porque aún con miedo dará el paso y los demás lo seguirán. Harán lo que digas, por eso deben verte fuerte y decidido, no decaiga tu actitud que siempre te estarán observando, siempre.

No te puedes permitir licencias en tu condición de líder, licencias de abyectos y pueriles. Debes estar concentrado en el objetivo. Ya habrá momento para celebrar, siempre después de la victoria, nunca antes.

Los objetivos se alcanzan faseando objetivos intermedios, uno a uno irán cayendo, así economizas tus fuerzas y el ímpetu de ataque de tu gente no disminuirá como en un solo tramo agotador.

Un líder sabe distribuir y aplicar los medios en el tiempo y en el espacio, para cumplir con lo trazado en el planeamiento. En eso radica la genialidad del líder.

Si el objetivo es muy grande para tus fuerzas, busca una alianza, no vayas solo porque no lograrás conquistarlo, el adversario te desbordará y expondrás todo lo ganado hasta ese momento. Recuerda que la genialidad también consiste en hacerte más fuerte en un punto con ayuda amiga, no ser necio en no reconocer tus falencias. Las matemáticas superan muchas veces la expectativa, la soberbia es nuestro principal enemigo. Las alianzas constituyen victorias seguras, cuando convences a los aliados en su espíritu y no en su ego.