La llegada de la cantante colombiana Shakira, hace una semana, no solo generó la algarabía entre sus seguidores por los dos conciertos que ofrecería en Lima, también puso sobre el tapete todo lo relacionado con la difusión de fotos, videos y datos sobre la vida privada de una celebridad; que nos guste o no, nos parezca o no, es una ciudadana con derechos que hay que respetar. La estrella de la música, al sufrir un incidente de salud, tuvo que ser llevada de urgencia a una conocida clínica local, cuya información debería haberse quedado en su entorno más cercano, pero a los pocos minutos de ser ingresada a la zona de emergencia, la intimidad de la artista fue vulnerada gracias a las redes sociales. La foto de su ficha de ingreso al centro de salud y la receta e indicaciones de los médicos para su dolencia fueron difundidas, generando la especulación sobre su real estado. La cancelación de su primer concierto terminó por aumentar más la polémica en torno a la cantautora, que finalmente se recuperó y dio su segundo show ante más de 40 mil personas. Pero al margen del suceso musical, los que nos toca reflexionar es cómo nos hemos convertido gracias a las redes y plataformas, no solo en difusores de nuestras vidas, también creemos tener el derecho de ventilar la vida de otros. Gracias a la cámara de un celular, que siempre está lista para ser usada, hemos normalizado que el prójimo, sea una celebridad o no, carezca de intimidad, y no sea dueño de una vida que quiere proteger. Hay que sumar a este escenario, la aparición de influencers que desde sus cuentas promueven a sus seguidores que les envíen videos y fotografías de los famosos, para ser difundidas al minuto, sin filtros, sin pensar en la repercusión, ni el daño, solo con el objetivo de seguir sumando más seguidores a sus cuentas. Lo ocurrido con Shakira en Lima, que ya provocó sanciones legales para la clínica que la atendió, nos lleva a tomarnos unos minutos para pensar si esa obsesión por compartir lo que sea en nuestra cuentas en redes, no nos afecta, o afecta a otros. Pareciera que el ciberespacio se ha convertido en una zona liberada en lo que respecta al tratamiento de información personal, está en todos nosotros ponerle los límites.