Indigna ver que la violencia se ha convertido en un medio infalible para doblegar al Estado. Las minorías extremistas que quieren imponerse por encima de todos y de todo usan las armas que más hieren la vida ciudadana y paralizan a quienes necesitan trabajar. Con el bloqueo de carreteras y la intimidación someten a las mayorías que esperan, en vano, que las autoridades las defiendan y hagan respetar sus libertades. Nadie discute el derecho democrático a la protesta. Lo que se criminaliza y debe castigarse es el uso de medios delictivos para protestar.

El Perú flota en un océano de normas, pero parece un país sin ley. El Estado es incapaz de hacer cumplir su frondosa legislación. Los gobiernos temen honrar la primera de sus funciones: garantizar el respeto a la Constitución y las leyes. Basta un grupo de violentos para que se inicie un deprimente ritual. Una parodia en que La Autoridad aparece amenazante, exige que se deponga la violencia, dialoga con los belicosos, pide conversaciones de buena fe, detiene a algunos agresores, se retira jurando que no negociará bajo presión, regresa con los primeros heridos o muertos, libera a los detenidos y, finalmente, abdica y accede a demandas inaceptables. Un libreto que se expande, ridiculiza a los gobiernos y mina la moral de la sociedad.

Es la película que vemos en Tía María horas antes de la probable investidura del gabinete Cateriano. No dudo que mañana reiterará su firme compromiso político de hacer respetar la ley. Pero lo importante será que lo cumpla sin doblegarse. Es la condición inexcusable para que el capital privado asuma el riesgo inherente a toda inversión. Si no logra que los diferentes escalones del Ejecutivo asuman la autoridad de la ley y la hagan respetar, el Premier habrá traicionado su promesa más solemne.

El Gobierno no puede humillarse ante quienes solo quieren dinamitar un proyecto minero ambiental y económicamente impecable. Tiene que conversar y concertar con la mayoría y garantizar su seguridad frente a la prepotencia y el hostigamiento de los violentos. ¡No más diálogo con subversivos y prepotentes! Hay que dialogar con quienes demandan mejores oportunidades y, con su trabajo, aportan al desarrollo de Tambo, Arequipa y el Perú. El Gobierno debe buscar una alianza productiva con las mayorías que se esfuerzan para prosperar. La Región podría sugerir su participación accionaria en el proyecto (inteligente propuesta de Ian Vásquez en El Comercio de ayer).

Si Tía María y la inversión privada son los desafíos políticos cruciales para el nuevo Premier, su principal reto externo es la normalización de las relaciones con Chile. El espionaje publicitado hace más de dos meses ha provocado un enfriamiento no visto desde 1979, a fines de la dictadura militar. Es hora de superar el episodio con dignidad e inteligencia, privilegiando un compromiso que destierre esas prácticas inamistosas y permita renovar una vinculación vital para los dos países y para los socios de la Alianza del Pacífico.