Gianluca Lapadula, aparte de poner alma, corazón y vida por la bicolor, se ha convertido en algo así como el delator de las falencias del presidente Pedro Castillo porque, siempre que llega a Lima, se producen crisis mayores en la política peruana, auspiciadas por el mandatario o su entorno. Las redes sociales se jaranean con esta coincidencia, que es llevada a incontables “memes”, pero la verdad es que estamos ante una cíclica circunstancia que llama la atención, tanto que ya se habla del “efecto Lapadula”.

Tuits como: “Llega Lapadula, del Rincón destruye a Castillo en señal internacional y renuncia Avelino Guillén. Ya no solo es una leyenda, es una realidad”. O: “Adiós ministro del Interior. El chiste de Lapadula pasó de ser una simple teoría conspirativa a una ley universal”. Y Carla García puso la cereza de la torta: “Si Lapadula se queda una semana, salva la democracia”. En realidad, al Perú tenemos que rescatarlo todos, los jugadores y la hinchada, que es el pueblo.

En términos futbolísticos, ¿de qué juega el profesor? ¿De defensa? El hecho de querer regalarle mar a Bolivia lo desacredita totalmente para el puesto. ¿De volante? Tampoco, no tiene reacción para marcar ni a sus ministros. ¿De 10? Quiso hacer una jugada maestra en la casa de Breña, pero lo ampayaron con Karelim López y otros investigados. ¿De 9? Como hemos visto, no sabe parar el balón, se pega a la línea izquierda como puntero mentiroso, carece de gol (liderazgo) y siempre es sancionado en offside.

Si la Selección, con Lapadula y compañía, buscan el pasaje al mundial de Qatar, dejando la piel en la cancha, necesitamos un Pedro Castillo que clasifique a presidente y deje de ser el personaje abúlico y desorientado que habita Palacio de Gobierno.