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Las movidas de Edwin Oviedo durante la visita del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, a nuestro país surtieron efecto y Perú será la sede del Mundial Sub-17 el próximo año.

Fue cuando Infantino participaba en una mesa redonda con algunos periodista peruanos que el presidente de la FPF presentó oficialmente la propuesta para albergar la próxima Copa del Mundo de la categoría, y el viernes la FIFA lo confirmó.

Se trata de una responsabilidad enorme y también produce una alegría tremenda. Es un honor que la FIFA haya elegido a Perú para organizar uno de los torneos más importantes en la agenda futbolística. Más todavía teniendo en cuenta la importancia que esta nueva gestión pretende darle al fútbol base.

Dicho todo esto, no deja de llamar la atención la premura con la que se tomó la decisión. Prácticamente con menos de un año de anticipación. Recordemos que nuestro país ya albergó dicho certamen años atrás y nos queda el ingrato recuerdo de que se jugó en canchas de césped artificial.

Es curioso que al momento de hacer un cálculo rápido, terminemos siendo pesimistas al vaticinar que no habrá la suficiente cantidad de canchas óptimas para las fechas estipuladas. Basta con recordar los problemas que se han producido a raíz de este tema al inicio del Torneo de Verano, con equipos que resignan puntos en mesa al no contar con escenarios adecuados. ¿Se someterá a los menores a la brutalidad de las canchas sintéticas? El bochorno sería equivalente al orgullo que representa haber logrado ser sede.

Resultaría mezquino restarle mérito a la gestión de la FPF, con Oviedo a la cabeza, respecto a este logro. Para nadie es un secreto que su proceso ha buscado adecuarse a los cambios que la modernidad exige y ha limpiado, hasta cierto punto, el rostro de una Federación sumamente criticada. Pero la realización de un Mundial puede reforzar esa tendencia o, en su defecto, interrumpirla de manera definitiva.

Esperamos de corazón que el populismo haya quedado de lado al momento de asumir un reto tan complejo, que el móvil sea únicamente la necesidad de presentar cada vez que haya ocasión aquello de lo que este país es capaz.