El presidente Martín Vizcarra ha convocado a elecciones generales el 11 de abril del 2021, con lo que cortó las veleidades de postergación desde el Congreso e inició un proceso electoral atípico por la inmovilización social, resultado de la pandemia COVID 19.

Las reglas definitivas para estas elecciones se conocerán en octubre, pero todo parece indicar que el proceso de reforma político electoral será mediatizado, sin elecciones internas democráticas. La selección de candidatos será por las cúpulas.

Sería ideal que durante el proceso electoral se confronten propuestas políticas programáticas, y que no veamos campañas electorales como si de vender productos comerciales se tratase.

Tampoco hay garantía alguna sobre el trabajo político de los elegidos, en la fórmula presidencial o congresistas. No hay mecanismos que rescaten a la política como una actividad social colectiva y responsable.

Las alianzas políticas seguirán siendo resultado de acuerdos y tratos entre cúpulas, al margen de la militancia y el sentir de la ciudadanía, poniéndose por delante, muchas veces, intereses y cálculos personales sobre el país.

No está garantizada la renovación política necesaria para adecuarse a las exigencias de los nuevos tiempos en camino al bicentenario de nuestra independencia, en la perspectiva de un país más justo, democrático, descentralizado y sin discriminaciones, con oportunidades para todos, con mecanismos sólidos para combatir la corrupción y el abuso del poder.

Las tareas son grandes y para avanzar en ellas necesitamos el concurso de todas y todos los peruanos.