Desde que la viruela del mono o viruela símica comenzó a manifestarse en espacios exógenos al continente africano donde se originó, la Organización Mundial de la Salud – OMS, le puso el ojo estudiando con detalle su evolución al evidenciarse casos de contagios en alrededor de 75 países de los 193 que cuenta la ONU. Su propagación en verdad que está dejando de ser simétrica para convertirse en geométrica -van cerca de 20,000 casos confirmados en el mundo- y a aunque su impacto en contagios y mortalidad por supuesto que no es comparable a los que nos ha dejado la COVID-19, su sola diseminación incontrolable, ha llevado, primero a la propia OMS a declarar recientemente la emergencia internacional por su rápido desarrollo, y ahora, el gobierno de EE.UU., el segundo país más impactado después de España, ha declarado la emergencia nacional. Es verdad de que existe vacuna contra la viruela del mono y es verdad también que se conoce sus características clínicas describiendo sus manifestaciones, pero lo que sigue siendo objeto de los investigadores son las reales formas en que se produce el contagio, por lo que todavía no parece ser expuesto con claridad por los científicos. Frente a este escenario objetivo que viene presentando esta enfermedad de carácter endémico dada su recurrencia apareciendo luego desapareciendo y finalmente volviéndose a imponer, hace rato que se ha vuelto una completa exigencia que los Estados como el Perú -se cuentan unos 324 casos- adopten las políticas sanitarias para neutralizar su crecimiento en el territorio nacional. No esperemos una política sanitaria reactiva, basta como la que hemos visto en los últimos dos años y medio con el coronavirus.

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