En los últimos días el presidente Pedro Castillo y sus ministros han sacado todo el “arsenal de municiones” que tienen a su disposición para disparar contra políticos de la oposición, congresistas y medios de comunicación. Paradójicamente, al mismo tiempo piden entendimiento y consenso con las diferentes fuerzas políticas en beneficio del país. Un despropósito monumental. Y eso no es todo. En algunos foros nacionales e internacionales hasta hablan de encontrar los puntos comunes antes que enfatizar las diferencias.

Hace dos días el jefe de Estado dijo en el interior del país que “ha llegado el momento de quitarle la mamadera a esos zánganos políticos tradicionales para darle al pueblo”, mientras el ministro de Justicia, Félix Chero, manifestó que el Gobierno no descarta la posibilidad de cerrar el Congreso, aunque después, por claras presiones de la opinión pública (y esperemos también que por vocación democrática) se haya visto en la necesidad de rectificarse. En esas condiciones la búsqueda de concertación y unidad es un desesperado ensayo, expuesto al fracaso.

Ya se sabe que los acuerdos y consensos siempre apuntan a preservar lo mejor de una sociedad o de un país, en el supuesto que los ciudadanos obtengan beneficios de estos. El problema es que en el Perú la crisis es de tal magnitud que nadie está a favor de mantener la situación política, económica y social, sino cambiarla cuanto antes.