Durante cada una de las audiencias del juicio que se le sigue por la interrupción del orden constitucional del 7 de diciembre del 2022, Pedro Castillo sigue dando vergüenza ajena al ponerse malcriado ante los magistrados, presentarse sin abogado a pesar de que ha tenido casi una veintena de letrados a su servicio, hacerse el enfermo cada vez que puede, victimizarse y autodenominarse “presidente”, cuando no es más que un recluso a punto de ser condenado primero por golpista, y luego por corrupto.
Este pobre personaje y quienes lo asesoran desde las sombras, pues es evidente que el hombre no sería capaz ni de armar este circo barato por sí solo, creen que así van a evitar una sentencia condenatoria o que, en todo caso, luego van a impugnar la sanción, alegando que hubo irregularidades en el proceso. Sin embargo, los peruanos somos testigo de que hasta el momento las diligencias se llevan de acuerdo con los estándares de un proceso justo y transparente.
Recordemos que algunas de las tretas del golpista han fracasado, como su patética huelga de hambre que no duró ni tres días, y el negarse a sentarse en la sala de juzgamiento, con la clara intención de que sea llevado a la fuerza, como manda la ley, para así victimizarse y decir “miren cómo un pobre campesino es maltratado por los brazos y el garrote de un Estado usurpador y abusivo que no perdona que un hijo del pueblo haya querido acabar con la pobreza de sus hermanos”. Sin duda, un show de quinta.
En lugar de hacer tanto circo que de poco o nada le va a servir, Castillo debería explicar esas órdenes que dio a los mandos policiales para cerrar el Congreso y retirar a quienes allí se encontraban, y de detener, sin mandato judicial de por medio, a la fiscal de la Nación de ese entonces. También podría aclarar en su momento por qué pretendió esconderse en la Embajada de México apenas terminó de difundir su proclama golpista, de la que el Perú y el mundo fueron testigos. ¿Ye le habían asegurado el asilo?
El desprecio hacia la sala que lo juzga y el sistema judicial en su conjunto que muestra Castillo en cada audiencia, es el mismo que este sujeto expresó en su discurso de fin del Estado de derecho, cuando pretendió romper con el equilibrio de poderes para convertirse él mismo en “Congreso”, “Poder Judicial”, “Ministerio Público” y “Tribunal Constitucional” de la mano de oscuros personajes como Betssy Chávez y Aníbal Torres, que también tendrán que responder ante la ley.