Nadie en su sano juicio podría invocar o pregonar algún principio que atentara contra la libertad de expresión, pues ella es pieza fundamental de la democracia y de la libertad en general. La Convención Americana sobre Derechos Humanos señala que los derechos de cada persona están limitados por la tenue “línea de frontera” de los derechos de los demás y por las justas exigencias del bien común, en una sociedad democrática. La Declaración Universal de los Derechos Humanos señala en su artículo 19 que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión y que nadie podrá ser molestado a causa de sus opiniones. Adicionalmente, se debe destacar que el ejercicio de este derecho conlleva también deberes, responsabilidades y restricciones que garanticen el respeto a la libertad de los demás, a la protección del orden público, la salud y la moral y que, su ejercicio, debe ser cuestionado irremediablemente cuando promueva e incite al odio, la mentira, la descalificación, la difamación, la discriminación o la violencia.
De igual forma, de acuerdo con lo señalado en el inciso 7 del artículo 2º de la Constitución, toda persona que se sienta afectada por afirmaciones inexactas o agraviada en cualquier medio de comunicación, tiene el derecho de rectificación a través del mismo espacio en forma gratuita, inmediata y proporcional.
Nuestro ordenamiento jurídico y constitucional no establece restricciones judiciales “previas” para difundir opiniones, ni limita los medios a través de los cuales difundirlos, sino solo responsabilidades ex post de quienes ejerzan inadecuadamente este derecho y puedan ser emplazadas judicialmente por tal razón. Lo contrario podría incluso ser interpretado como “censura” o represión al derecho de opinión. El conflicto entre la libertad de expresión y la vulneración del honor, cuando éste ocurre, se enmarca más bien en la esfera de la responsabilidad penal. El difundir mentiras, el insulto, la vejación, el linchamiento o la ofensa no forman parte del derecho de libre expresión, forman parte del abuso del derecho. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo”, sostenía Voltaire. No confundamos el camino de la libertad de expresión con el desatino del libertinaje de libre opinión.