Previo al resultado oficial de las elecciones generales, espero que la historia no se repita y que el voto haya sido emitido a conciencia, no para restarle respaldo a alguien. Se trata de la única oportunidad que nos brinda el Estado, cada 5 años, para decidir nuestro futuro. ¿Acaso no hay algo más legítimo que el poder en nuestras manos?

Mientras en otros países, como Venezuela, hay una manipulación descarada en sus comicios, en nuestro territorio al menos tenemos la oportunidad de emitir un voto. Con lo que significa poder sufragar en Latinoamérica, ya el solo hecho de que nuestra voz se escuche, solo nos queda aprovechar este momento sagrado de libertad y elección.

Por eso, me ha costado creer que algunos hayan ido a votar como si fueran a apostar para la pichanga. Otros, por ejemplo, ni siquiera conocen las obligaciones de un congresista, no saben qué puede o no hacer. Elegir a ciegas no es un ejemplo de civismo, sino de irresponsabilidad. ¿Cuánta gente se queda sin hospital porque se designa a un ladrón como autoridad?

En los últimos años hemos visto cómo el Congreso de la República manejó el país, aunque esta no sea su función, atribuyéndose competencias inconstitucionales, pisando la voluntad popular, reculando ante la presión de la calle. Entonces, al percibir lo que puede hacer un poder del Estado mal conducido, sabemos la importancia de haber elegido a mejores parlamentarios.

Sin tener la visión de una pitonisa, es evidente que vamos a una segunda vuelta electoral, otra oportunidad para decidir qué le conviene al país, ¿una Nación llena de odio y venganza, con la sangre en el ojo?, ¿un Perú reconciliado, reluciente, floreciendo? Yo apuesto por lo segundo. La política no tiene que ser un sinónimo de revanchismo, sino de la búsqueda del bien común.