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El fútbol peruano atraviesa una etapa de reestructuración que se hacía urgente desde hace muchos años. El problema, si es que cabe el término, es que el trance para llegar al orden es dramático. Las estructuras sobre las cuales se fue construyendo el fútbol local que hasta hoy hemos venido consumiendo se ven desestabilizadas debido a las intenciones de legalidad y respeto por las normas que la FPF busca imponer.

Uno de los puntos en los que ha estado generando interés en los últimos días es el estado de los campos de juego que albergarán el Descentralizado 2018. Es evidente que muchos de los escenarios que habitualmente eran empleados para celebrar partidos del campeonato no cumplen con las exigencias mínimas para celebrar espectáculos de esa magnitud. Esto trajo como consecuencia que el partido que abriría la temporada 2018 (UTC vs. Sporting Cristal) fuera suspendido, ya que la cancha del Mansiche de Trujillo no contó con la aprobación de la Comisión de Estadios. De inmediato, UTC solicitó la reprogramación del duelo; pero la FPF se la negó alegando que esa figura solo es aplicable cuando los partidos son suspendidos por motivos de fuerza mayor y ese, evidentemente, no es el caso. UTC y todos los equipos que juegan en la Profesional estaban advertidos con antelación sobre lo que podría suceder.

Hay algo triste, sin embargo, en todo esto. Por un lado, es entendible que el partido no se haya jugado si es que el escenario era inapropiado y se busca formalizar el deporte. Por el otro, es bochornoso a nivel mundial que se dé un walk over en la primera fecha del campeonato local, por más que ello esté en regla. ¿En qué otro lugar del mundo ha sucedido eso? Es aberrante, patético. Es innegable que jugar en un campo que no cumple con los estándares requeridos es una falta de respeto para el fútbol peruano, tanto como lo es que los partidos se resuelvan en escritorios y no en canchas. Pero es lo que somos.

Algo que llama la atención es el hecho de que el ingeniero Carlos Benavides, quien funge de supervisor de canchas de la FPF, en paralelo tenga una empresa que da soporte a esas canchas. Hay un contrasentido enorme en esa realidad, algo que no se ve ni huele bien. Situaciones como esta, por más que intenten pasarse por agua tibia, torpedean el proceso limpio hacia una formalización. No basta con ser, sino que también hay que parecer. En fin, tristemente, también somos eso.

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