Un estudio de la Organización Mundial de la Salud sentencia que Lima es la ciudad más contaminada de Latinoamérica. Si bien hay reparos a esta calificación, pues resulta difícil de creer que Santiago de Chile y México DF tengan un aire menos nocivo que nuestra capital, sí es un llamado de atención que las autoridades locales y nacionales deben poner en agenda, sobre todo en esta época preelectoral.

Por estos días, la discusión se centra en quién tiene la culpa de los accidentes de tránsito y de la circulación de salvajes al volante, pero -como la misma OMS advierte- la polución y el humo emanados por el dantesco parque automotor también ocasionan alarmantes cifras de víctimas por enfermedades respiratorias y dermatológicas.

Circular por la avenida Abancay, por ejemplo, es un martirio y noticias como la pronta puesta en marcha del tramo 2 del Metro de Lima, que unirá el centro de la ciudad con Bayóvar, en el populoso distrito de San Juan de Lurigancho, son como un propicio balón de oxígeno porque esto implicará más flujo de pasajeros -algo de 220 mil al día- y menos contaminación porque muchas de esas "locomotoras" humeantes llamadas micros y combis pasarán al olvido.

La promocionada reforma del transporte, con la que tanto se llena la boca la actual alcaldesa Susana Villarán (quizá su único caballito de batalla), también pasa por contemplar con preocupación el rubro ambiental, ecológico y, en ese sentido, pensar en megaobras de movilización masiva de usuarios como las que estamos viendo en los últimos años es bien recibido por la población capitalina que malgasta horas y horas de su vida trepada sobre ruedas.

De manera que se acepta el jalón de orejas de la OMS, pero quien debe asimilarlo mejor son las autoridades, empezando por el Presidente y la señora Villarán.