El presidente José Jerí salió hace dos días de Palacio de Gobierno para reunirse con un grupo de manifestantes que habían llegado a la plaza de Armas de Lima tras una marcha por la paz y mostró un polo blanco con el mensaje “Paz por el Perú”. Sin dudas, en los primeros días el mandatario quiere dar una buena impresión, pero lo que verdaderamente importa es que dé soluciones.

Su primer gabinete ha generado expectativas moderadamente positivas. La presencia de ministros con experiencia técnica y conocimiento de la función pública podría ser un buen punto de partida, siempre que exista una verdadera voluntad política para enfrentar los problemas que más agobian a los peruanos. Pero las palabras “transición y reconciliación”, tan repetidas en sus discursos, deben convertirse en acciones y no quedarse en meras frases de ocasión.

El gran reto del Gobierno será devolver la paz y la seguridad. No habrá reconciliación posible mientras el miedo siga dominando las calles y las familias sigan viviendo bajo la amenaza de la delincuencia y la extorsión. La paz no se logra con marchas ni con camisetas, sino con decisiones firmes, estrategias efectivas y resultados palpables.

El presidente Jerí debe entender que el tiempo político se consume rápidamente. Si no actúa con determinación y eficacia, la esperanza inicial se desvanecerá tan rápido como sus mensajes de unidad. El país exige soluciones más que símbolos; liderazgo más que gestos. Solo así “Paz por el Perú” dejará de ser un eslogan para convertirse en una realidad.