Durante las madrugadas del domingo y lunes último, Lima y sus alrededores han estado bajo una persistente lluvia de verano que debería encender las alarmas de quienes son los responsables de prevenir y mitigar los eventuales efectos de desbordes de ríos y la caída de huaicos, así como en la propia ciudadanía que se encuentra en zonas vulnerables.
El río Chilca ha afectado el ingreso al balneario de Pucusana, mientras que más al sur, en Mala, el río del mismo nombre ha dañado zonas de cultivo. Mientras tanto, el río Rímac se muestra amenazante incluso a pocos metros de Palacio de Gobierno, además de en las zonas altas de la capital como Chosica y Chaclacayo.
Es evidente que no se pueden evitar las lluvias ni los desbordes, pero sí mitigar los daños y auxiliar a los afectados de manera inmediata. Entendemos que el Poder Ejecutivo y los gobiernos locales están preparados para hacer frente a estas emergencias, y no como ha sucedido en el pasado en que una vez ocurrida la contingencia nadie sabía qué hacer.
La presidenta Dina Boluarte ya afrontó la emergencia generada por el llamado ciclón Yaku, cuando apenas tenía semanas en el poder, y los gobernadores y alcaldes recién habían tomado posesión de sus cargos. Esta vez ya hay experiencia, por lo que no habrá pretexto para la inacción, la improvisación y la falta de controles que faciliten la corrupción.