A fines de octubre estuve en Piura visitando colegios y capacitando directores y maestros. En ese marco, un periodista me preguntó qué opinaba de la suspensión de clases en la región a partir del 30 de noviembre con motivo del fenómeno El Niño. Enseguida pregunte en voz alta: ¿Y por qué no a partir del 15 o 18 de diciembre? ¿Ha existido una evaluación técnica rigurosa a cargo de los especialistas del gobierno nacional en el tema del fenómeno El Niño para tomar esta decisión? ¿Era indispensable suspender las clases?

Naturalmente, mi respuesta fue que si había una evaluación seria y no había otra opción, estaba bien. Pero alerté que la recuperación iba a ser difícil. Que en todo caso recomendaba desarrollar acciones de supervisión y monitoreo muy cercanas para asegurar la asistencia de los estudiantes y el desarrollo efectivo de las clases.

Y esto, ¿por qué? Porque varias Direcciones Regionales de Educación y de UGEL cada vez que hay -entre otros- problemas de riesgos, algunas incidencias con la infraestructura, paralizaciones laborales, movilizaciones sociales, brote o rebrote de epidemias o pandemias, recurren inmediatamente al fácil expediente de suspender las clases varias veces sin ningún estudio serio y sin consultar a las autoridades del sector. Claro está que a renglón seguido dicen que las clases se recuperarán en horas extras o los sábados, lo cual en la mayoría de casos no sucede.

En un país donde nuestros alumnos necesitan estudiar más y en mejores condiciones de educabilidad, es indispensable reflexionar y pensar en medidas alternativas sobre este tema que es recurrente por diversos motivos en nuestro sistema educativo.

Libertad para los presos políticos

en Venezuela esta Navidad.