Enorme película de finales de los años 30 y el mayor fenómeno cinematográfico de Hollywood, que nadie podría irse de este mundo sin verla y no exagero. “Lo que el viento se llevó”, gana los titulares en el mundo por estos días, al fallecer el último domingo, a los 104 años de edad, la actriz Olivia de Havilland, la única sobreviviente, del mayor filme de todos los tiempos.

La vi por primera vez en 1989 a poco de conocer a mi esposa, en mejor pretexto para enamorarla y valiéndome del contexto de su reestreno que se hizo precisamente ese año al cumplir sus primeros y exitosos 50 años.

Con tres horas y cuarenta minutos de duración, fue el largometraje más taquillero de la historia del cine y también la de más cara realización jamás hecha, llegando a costar 4.250.000 dólares. Inspirada en la novela de Margaret Mitchell sobre una trama de amor en medio de la Guerra de Secesión que impactó a los Estados Unidos de América entre 1862 y 1865, cuando gobernaba el emblemático Abraham Lincoln.

Aunque Olivia de Havilland no tuvo el papel protagónico reservado a Clark Gable y Vivien Leigh, la pareja idílica de la película, por ella, fue sin duda una de las estrellas encumbradas de por vida. La muerte por acto racista de George Floyd en Minneapolis en el pasado mes de junio, volvió la atención en la película que fue cuestionada, a mi juicio injustamente.

Más bien, constituye una fuente visual que recrea de manera real a la sociedad estadounidense de la segunda mitad del siglo XIX, sin esconder nada de lo que fue la conducta de los amos sobre los esclavos, aun cuando ese no fue el tema central de la cinta, sino el amor de Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) por Ashley Wilkes (Clark Gable), esposo de Melanie Hamilton Wilkes (Olivia de Havilland).

A mis alumnos les dejo como tarea verla, porque es la manera más totalizadora de comprender a la política estadounidense de esa época.  La música, hecha por el genial Max Steiner, fue el éxtasis de la película. Sin duda, para escucharla a cada momento.