En los últimos días en las redes sociales ha circulado intensamente un video con declaraciones del Comandante en Jefe de la Armada de Chile, Almirante Julio Leiva, que ha llamado a sus hombres a defender “…el honor de los chilenos bien nacidos…”, advirtiendo de que “la Armada no va a permitir que esto vuelva ocurrir”, en relación al vandalismo registrado en la ciudad de Valparaíso donde desadaptados atentaron contra el Monumento a los Héroes de Iquique, erigido en la Plaza Sotomayor de esa urbe portuaria. He repasado el video y se le ve decidido -mismo discurso y tono de los tiempos del dictador Augusto Pinochet- en pasar de las palabras a la acción.

Como sabemos la convulsión social en Chile, a diferencia de Ecuador, Bolivia y Colombia, no se ha detenido un solo día desde su estallido el 18 de octubre del año pasado. Esta es una realidad que diversos sectores interesados han querido ocultar esforzándose porque pase desapercibida por la opinión pública nacional e internacional. No se puede tapar el Sol con un dedo y esa es una premisa imperativa del realismo político.

Y por esa misma razón es que ahora pareciera haberse acabado la paciencia de las Fuerzas Armadas y de Carabineros de Chile, que estarían entrando en una etapa totalmente coactiva, es decir, donde el uso de la fuerza sin vacilaciones sería la regla con el único objetivo de que el país no se desborde. Estoy de acuerdo que así sea. Para eso son fuerzas titulares y tutelares de la democracia.

Gran parte de lo que hemos visto en Chile en los últimos días en Valparaíso y Viña del Mar dista años luz de las legítimas protestas ciudadanas contra el gobierno, el modelo económico, los impuestos, el aumento de los pasajes en el metro, etc.; en realidad, se trata de manifestaciones de hordas de anarquistas que buscan desestabilizar al país con el único objetivo de que el presidente Piñera renuncie. En esta columna he sostenido que el mandatario debe ser sensato pues no tiene otra alternativa. Abril será un mes muy difícil en Chile y Piñera lo sabe. Los militares, que no van permitir que el país siga ensangrentándose, podrían democráticamente, como en Bolivia a Evo Morales, pedírselo. Jamás permitirán que su país se caiga como un castillo de naipes.

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